ESTUDIOS DE COSTUMBRES
EL PORVENIR DE CANARIAS
MIÉRCOLES 9 DE MARZO. AÑO DE 1853.

No bien han llegado á este sitio, afinan la guitarra y prosiguen sin detenerse su camino, al través de las huertas que cubren la Vega de San José, llegando, después de media hora de marcha, al caserío que se designa con el nombre de los barquitos, ó San Cristóbal.
Las diez serían, cuando nuestros dos amigos se detuvieron junto á una casa de esas que pueblan este miserable barrio, cuya puerta se encontraba abierta, aunque obstruida por un grupo compacto de hombres que se afanaban por descubrir lo que pasaba en su interior. Pero, cosa estraña, en medio del movimiento y de las risotadas que se percibían desde lejos, no se ola ninguno de esos instrumentos músicos que anuncian siempre la proximidad de una última. Solo de vez en cuando el dulce canto de nuestro baile isleño, de esas folias que nuestra elegante juventud se avergüenza ya de bailar, venía á herir los oidos de nuestros dos parrandistas, que sin manifestar por ello ninguna admiración, avanzaban rápidamente enmedio de aquellos estrechos callejones con una seguridad y ligereza, que revelaban sus extensos conocimientos en tan estraña localidad.
— Hola, tio Migue!, esclamó Antonio luego que hubo llegado, y procurando romper aquella muralla que le impedía el paso, ya estamos aquí.
A estas inesperadas palabras muchos pescadores se volvieron para mirar enojados á los que así interrumpían su diversión; pero tan pronto como fueron reconocidos, un movimiento de alegría se comunicó con la rapidez de una corriente eléctrica desde la puerta hasta el interior, viéndose al mismo tiempo agitar muchas cabezas, de entre las cuales salió una que dominando á las demás, hizo oir con una voz de sochantre estas palabras:
— Alantre, siñores, alantre.
— Ya lo sabemos, tío Miguel, pero no basta su permiso de V.; es preciso que nos facilite V. también un pico y un azadón para romper este muro.
— Siñores, paso franco á sus mercedes, que vienen con la vigüela á alegrar la casa.
A una noticia tan agradable, y á una invitación tan cortés dirigida á los que estorbaban el paso, todos procuraron separarse aunque en disposición de volver á ocupar el mismo sitio, tan pronto como entraran los dos amigos. Así fue en efecto, no bien estos hubieron pasado, los curiosos marineros se unieron mas estrechamente que al principio, dispuestos cada uno á conquistar una posición mas ventajosa á costa de su vecino, durante aquellos momentos de tumultuosa anarquía. La puerta desapareció, pues, tras aquella oleada de cabezas humanas peinadas á lo fuoco, cuyos cabellos ponían en evidencia el brillante esmero con que cuidan su persona nuestros pescadores.
La casa donde se daba aquella noche el baile, se componía de una sola pieza que servia de sala, dormitorio y cocina; y un corralillo cercado de una muralla donde dormía el perro, compañero inseparable del tío Breca. Los muebles que adornaban esta sala eran, dos sillas de pinzapo, una banqueta inválida que apoyaba uno de sus pies sobre una rolliza piedra; y dos cajas enormes con candado que ocupaban la parte mas visible de la pieza. En frente descollaba majestuosamente una de esas camas monstruos que solo se encuentran ya en nuestros barrios ó en las casas de nuestros labradores. Compónese por lo regular de tres ó cuatro colchones que en su progresiva ascensión suelen tocar al techo; de modo que para dormir en ellas, es preciso tomarlas por asalto, con grave daño de nuestras narices, si hemos contraído la costumbre de dormir de espaldas, costumbre que por otras razones ha sido siempre muy perjudicial.